El artista reflexiona sobre el rol planificador del peronismo y su cuestionamiento a la jerarquía del goce.
Daniel Santoro parece un vecino más del barrio de Monserrat. Almuerza en el restaurante de la esquina de su casa y en un típico día veraniego, cuando las extremas temperaturas obligan a refugiarse a la sombra, cruza la calle y se aprovisiona en el supermercado chino de enfrente.
Apenas traspasada la puerta de su estudio, queda claro que no es un vecino más de ese barrio. Una impresionante figura femenina realizada por su compañera María Pinto recibe a los visitantes con ojos saltones y enormes. Y cuadros de todos los tipos y motivos, que incluyen mapas antiguos y pinturas modernas allanan el camino a la planta alta, que se parece bastante al sueño de cualquier niño. Miles de playmobil, soldaditos y muñecos de los Simpson llaman la atención, tanto o más que los cráneos de animales y aves embalsamadas. Pero no tanto como la momia incaica encerrada en una vitrina. “Es falsa, sólo para impresionar”, se ríe Santoro, satisfecho con que el adorno cumpla con su objetivo primordial.
El artista, tal vez quien mejor haya representado al peronismo en el mundo artístico, invita a tomar asiento, ofrece un poco del brebaje sabor pomelo que hace instantes compró en el súper chino y se dispone a charlar con Tiempo Argentino.
El artista, tal vez quien mejor haya representado al peronismo en el mundo artístico, invita a tomar asiento, ofrece un poco del brebaje sabor pomelo que hace instantes compró en el súper chino y se dispone a charlar con Tiempo Argentino.
–En una entrevista habló del goce capitalista del consumo como algo que no se concreta y lo relacionó con la idea peronista de ampliar los márgenes de consumo. Se desprende de su lectura que el peronismo es capitalista y que el movimiento es una permanente revolución que nunca se completa. ¿Es su deseo o su visión de la realidad?
–Tal vez sea una paradoja en un punto, pero es la doble condición del peronismo. El peronismo es la felicidad inmediata, por un lado. Por otro, como fue la voluntad de Perón y este gobierno, está la planificación, una mirada a largo plazo. Cambiar la estructura productiva, cambiar el sistema económico, por ejemplo, está en la idea íntima del peronismo. Por otro lado, aparece el acceso o la democratización del goce. Democratizar el goce capitalista sería una aplicación del peronismo en el corto plazo. La idea de la democratización del goce está en corazón de la acción social del peronismo. La que más aplica eso es Eva Perón, como un agente en lo inmediato. Es como una especie de justicia social absoluta: ella primero proclama la idea de estar en contra de la caridad, esa forma cristiana de apiadarse de los pobres. Eva rechaza esa idea y aplica la idea de justicia, de a los que nunca tuvieron nada, darles todo. De equilibrar los tantos. El que padeció en su vida de todas las privaciones va a tener todos los beneficios.
–Y cosas de calidad.
–Esa es una de las cuestiones, uno de los parámetros. Por eso, el tema de que a los pobres no hay que darles cosas de pobres, sino que la justicia es darles todo lo que les faltó en la vida. Hay ejemplos muy claros, desde la Ciudad Infantil hasta los chalecitos californianos, es hacer de los pobres consumidores de clase media, si se quiere. Ahí hay un gesto muy revolucionario que, algún punto, es el uso contra naturaleza de la idea misma del capitalismo. El capitalismo no está para la democratización del goce, sino que crea una especie de pirámide a través del consumo, de los logros, de los triunfos, de los individuos, logra establecer una jerarquía de goces. Y el peronismo viene a cuestionar esa jerarquía del goce y dice: “Todos van a gozar”.
–Y eso desata una fuerte irritación en algunos sectores…
–Hay varias cosas que suceden con esta nueva irrupción que produce el peronismo. Activa algo que analiza Lacan, cuando habla del fantasma neurótico del goce como un efecto que se podría parangonar al problema de la xenofobia. Se explicaría diciendo: “Alguien goza porque yo no puedo gozar”. Por ejemplo: “Hay un peruano que tiene trabajo porque yo no tengo trabajo”. Y ese fantasma lo agita en gran medida el peronismo.
–Y los cacerolazos…
–En los últimos cacerolazos que hubo, muchos hablaban afectados por ese fantasma neurótico del goce. “Yo soy de ese 50% que alimenta a ese otro 50% de vagos que no trabajan”, entonces la AUH agita también ese fantasma. “Se dedican a coger y demás. Están disfrutando y nosotros tenemos que padecer porque a esos negros les dan dinero por tener hijos”. Produce mucha angustia la posibilidad de ver a un negro que no trabaja y que no tiene dignidad para vivir en una casa y saber que de pronto va a ser feliz en un chalecito californiano que le correspondería a alguien de clase media. Para desangustiarse sólo tiene que pensar que el negro se va a gozar. Porque el goce tiene un aspecto de finitud, es acabar, es efímero. Pensamos que se va a comer la casita, la va a desmontar y va a hacer asado con el parqué y eso resulta tranquilizador.
–Tal vez sea una paradoja en un punto, pero es la doble condición del peronismo. El peronismo es la felicidad inmediata, por un lado. Por otro, como fue la voluntad de Perón y este gobierno, está la planificación, una mirada a largo plazo. Cambiar la estructura productiva, cambiar el sistema económico, por ejemplo, está en la idea íntima del peronismo. Por otro lado, aparece el acceso o la democratización del goce. Democratizar el goce capitalista sería una aplicación del peronismo en el corto plazo. La idea de la democratización del goce está en corazón de la acción social del peronismo. La que más aplica eso es Eva Perón, como un agente en lo inmediato. Es como una especie de justicia social absoluta: ella primero proclama la idea de estar en contra de la caridad, esa forma cristiana de apiadarse de los pobres. Eva rechaza esa idea y aplica la idea de justicia, de a los que nunca tuvieron nada, darles todo. De equilibrar los tantos. El que padeció en su vida de todas las privaciones va a tener todos los beneficios.
–Y cosas de calidad.
–Esa es una de las cuestiones, uno de los parámetros. Por eso, el tema de que a los pobres no hay que darles cosas de pobres, sino que la justicia es darles todo lo que les faltó en la vida. Hay ejemplos muy claros, desde la Ciudad Infantil hasta los chalecitos californianos, es hacer de los pobres consumidores de clase media, si se quiere. Ahí hay un gesto muy revolucionario que, algún punto, es el uso contra naturaleza de la idea misma del capitalismo. El capitalismo no está para la democratización del goce, sino que crea una especie de pirámide a través del consumo, de los logros, de los triunfos, de los individuos, logra establecer una jerarquía de goces. Y el peronismo viene a cuestionar esa jerarquía del goce y dice: “Todos van a gozar”.
–Y eso desata una fuerte irritación en algunos sectores…
–Hay varias cosas que suceden con esta nueva irrupción que produce el peronismo. Activa algo que analiza Lacan, cuando habla del fantasma neurótico del goce como un efecto que se podría parangonar al problema de la xenofobia. Se explicaría diciendo: “Alguien goza porque yo no puedo gozar”. Por ejemplo: “Hay un peruano que tiene trabajo porque yo no tengo trabajo”. Y ese fantasma lo agita en gran medida el peronismo.
–Y los cacerolazos…
–En los últimos cacerolazos que hubo, muchos hablaban afectados por ese fantasma neurótico del goce. “Yo soy de ese 50% que alimenta a ese otro 50% de vagos que no trabajan”, entonces la AUH agita también ese fantasma. “Se dedican a coger y demás. Están disfrutando y nosotros tenemos que padecer porque a esos negros les dan dinero por tener hijos”. Produce mucha angustia la posibilidad de ver a un negro que no trabaja y que no tiene dignidad para vivir en una casa y saber que de pronto va a ser feliz en un chalecito californiano que le correspondería a alguien de clase media. Para desangustiarse sólo tiene que pensar que el negro se va a gozar. Porque el goce tiene un aspecto de finitud, es acabar, es efímero. Pensamos que se va a comer la casita, la va a desmontar y va a hacer asado con el parqué y eso resulta tranquilizador.
Santoro comenzó a hacerse preguntas sobre el peronismo cuando escuchó una canción de la Guerra Civil Española. Se la había enseñado el cura Daniel de la Sierra, formado en el marxismo, a quien su congregación había enviado como castigo a la parroquia de Plaza Constitución. “Que los pobres coman pan y los ricos mierda, mierda”, decía la canción, bastante conocida. Santoro, hijo de italianos que emigraron de Calabria en 1947, no venía de una familia peronista. “No eran peronistas ni antiperonistas. Gente de clase media baja, como podían ser de Lanús o Pompeya. Y no querían saber nada de política porque venían bastante castigados por la guerra”, cuenta. Del cantito republicano no le llamó la atención el alimento destinado a los ricos, sino la comida deseada para los pobres. “¿Cómo qué los pobres coman pan? Eso era un problema. Ni siquiera hablábamos de pan dulce. Allí estaba el tema del sacrificio revolucionario. Aquello de ‘hacemos la revolución, sacrificamos varias generaciones y vamos a comer todos pan’. ¿Tanto sacrificio para comer sólo pan? Pero eso colisiona enormemente con la idea del peronismo. Trasladado a la Argentina, el país de la abundancia, sonaba absurdo, a demasiado poco. Porque la idea es comer bien. Proteínas de primera, bifes de chorizo y pan dulce. Pero no pan a secas”, dice Santoro y enseguida se insinúa el debate.
Un recorrido por la obra del artista, que se crió en el barrio de Constitución y ahora vive en una casa-estudio de la calle Luis Sáenz Peña, confirma su vieja obsesión por la discusión entre el peronismo y la izquierda. Su lectura es provocadora para el canon tradicional de las artes plásticas, dominada por la cultura de izquierda. “El peronismo es disfuncional para los intereses de la izquierda, porque instala la idea de que el pobre puede acceder a demasiado goce sin sacrificios”, desafía. Santoro es reconocido casi como un gurú que expresa en sus cuadros los sueños, las pesadillas y las contradicciones del peronismo. Es una de sus grandes pasiones. Otra de las paradojas del peronismo, reconoce Santoro, es que su acción, la movilidad social ascendente, expande la clase media y con esa expansión también crece el antiperonismo. Ese es uno de los grandes quilombos del peronismo. Porque su política real produce la expansión de la clase media. Pero el problema es que esos sectores, luego empiezan a ser antiperonistas. Empiezan a querer alejarse del origen y empiezan a ver al peronismo con cierto recelo. Quieren cortar la tradición y no permanecer ligados a un linaje de pobreza”, argumenta.
Un recorrido por la obra del artista, que se crió en el barrio de Constitución y ahora vive en una casa-estudio de la calle Luis Sáenz Peña, confirma su vieja obsesión por la discusión entre el peronismo y la izquierda. Su lectura es provocadora para el canon tradicional de las artes plásticas, dominada por la cultura de izquierda. “El peronismo es disfuncional para los intereses de la izquierda, porque instala la idea de que el pobre puede acceder a demasiado goce sin sacrificios”, desafía. Santoro es reconocido casi como un gurú que expresa en sus cuadros los sueños, las pesadillas y las contradicciones del peronismo. Es una de sus grandes pasiones. Otra de las paradojas del peronismo, reconoce Santoro, es que su acción, la movilidad social ascendente, expande la clase media y con esa expansión también crece el antiperonismo. Ese es uno de los grandes quilombos del peronismo. Porque su política real produce la expansión de la clase media. Pero el problema es que esos sectores, luego empiezan a ser antiperonistas. Empiezan a querer alejarse del origen y empiezan a ver al peronismo con cierto recelo. Quieren cortar la tradición y no permanecer ligados a un linaje de pobreza”, argumenta.
–Cuando hablaba del fantasma neurótico del goce, el fenómeno tiene su expresión cuando ídolos de los sectores populares acceden a un nivel de consumo y fortuna que no tiene la mayor parte de la clase media. ¿Ahí funcionaría pensando que se les va a acabar la plata?
–Es un negro que tiene un montón de guita y va a terminar mal, drogándose, tirado en la calle y gastándose toda la guita. Es la cosa entrañable que nos produce la película Gatica, el Mono, de Leonardo Favio. Esa inestabilidad del personaje nos identifica a todos. Eso de “Se nos dio la buena y ahora viene la catástrofe”. De todas formas, el fantasma neurótico del goce funciona con todos nosotros también, no estoy haciendo clasismo. El peronismo descree siempre un poco del largo plazo, a pesar de que Perón era un monstruo de la planificación y este gobierno también. Pero en el fondo de esto es donde nosotros, como generación, no pensamos que el capitalismo funcione realmente.
–¿Por qué?
–Porque si hay una planificación, también estaría implícito en eso que el capitalismo es bárbaro y va a funcionar bien. Entonces, aplicando ciertas políticas en el largo plazo, en el largo plazo se van a producir esos efectos que esperamos. Y, si vamos a ser sinceros y no la careteamos, todos desconfiamos de eso y tenemos muchos motivos para desconfiar de que en el largo plazo va a fracasar. Entonces, es mejor administrar el corto plazo. La idea del reparto es primordial en la acción del peronismo. La idea de felicidad que trae el peronismo es por el corto plazo, no por promesas a largo plazo.
–O sea que el peronismo descree. No es anticapitalista, pero tampoco cree mucho en el capitalismo.
–Exactamente. Como tampoco es comunista, pero tiene muchos gestos socialistas. Perón lo dice: “El peronismo es una forma de socialismo”, pero no cree mucho en lucha de clases. Eva Perón funciona como un alterego de Perón y aplica algunas de las cosas que Perón, por su acción política, no podía registrar. Por ejemplo la Ciudad Infantil, ubicada a donde está Alpi, que Eva tenía como uno de sus grandes logros. Una ciudad hecha en escala 1:2 para chicos huérfanos. Aprendían, por ejemplo, a hacer trámites bancarios y a manejar automóviles y vivían en chalecitos, todas cosas pensadas para generar pequeños burgueses. Eva no tenía en mente la lucha de clases. Quería enseñarles a los chicos más pobres lo que hacían los chicos ricos. Eso se torna intolerable, tener a un negro gozando al lado tuyo. Lo que no se bancan los blancos es tener a un negro en la carpa de al lado en Mar del Plata, tomando mate y gozando de la misma manera que vos. Tenés que manejar tu angustia: ¿qué hacen estos negros acá?, ¿por qué el Estado les paga sus vacaciones? Lo que produce el peronismo es un desorden en el corazón mismo del sistema capitalista. Si esa acción de Eva Perón estuviera en vigencia, ella se preguntaría a dónde van a gozar los blancos. Y algún asesor le diría “Punta del Este”, y ella no tendría ningún problema en hacer colonias en Punta del Este.
–Pero es otro país…
–Bueno, arreglaría con José “Pepe” Mujica, ahora que hay tan buenas relaciones. Y habría un revulsivo social enorme. Por eso es que el odio es sobre Eva Perón, no sobre el Che Guevara. Al punto de que el otro día hicieron en el PRO una remera que mezclaba al Che Guevara con Macri. Es un lindo emblema el Che Guevara para las clases pudientes, primero porque es uno de ellos. Y después plantea una revolución que está lejana, que es muy poco probable. En cambio, la revolución que plantea el peronismo es una revolución demasiado cercana, es el negro gozando en la carpa de al lado. Es mucho más jodido.
–Es un negro que tiene un montón de guita y va a terminar mal, drogándose, tirado en la calle y gastándose toda la guita. Es la cosa entrañable que nos produce la película Gatica, el Mono, de Leonardo Favio. Esa inestabilidad del personaje nos identifica a todos. Eso de “Se nos dio la buena y ahora viene la catástrofe”. De todas formas, el fantasma neurótico del goce funciona con todos nosotros también, no estoy haciendo clasismo. El peronismo descree siempre un poco del largo plazo, a pesar de que Perón era un monstruo de la planificación y este gobierno también. Pero en el fondo de esto es donde nosotros, como generación, no pensamos que el capitalismo funcione realmente.
–¿Por qué?
–Porque si hay una planificación, también estaría implícito en eso que el capitalismo es bárbaro y va a funcionar bien. Entonces, aplicando ciertas políticas en el largo plazo, en el largo plazo se van a producir esos efectos que esperamos. Y, si vamos a ser sinceros y no la careteamos, todos desconfiamos de eso y tenemos muchos motivos para desconfiar de que en el largo plazo va a fracasar. Entonces, es mejor administrar el corto plazo. La idea del reparto es primordial en la acción del peronismo. La idea de felicidad que trae el peronismo es por el corto plazo, no por promesas a largo plazo.
–O sea que el peronismo descree. No es anticapitalista, pero tampoco cree mucho en el capitalismo.
–Exactamente. Como tampoco es comunista, pero tiene muchos gestos socialistas. Perón lo dice: “El peronismo es una forma de socialismo”, pero no cree mucho en lucha de clases. Eva Perón funciona como un alterego de Perón y aplica algunas de las cosas que Perón, por su acción política, no podía registrar. Por ejemplo la Ciudad Infantil, ubicada a donde está Alpi, que Eva tenía como uno de sus grandes logros. Una ciudad hecha en escala 1:2 para chicos huérfanos. Aprendían, por ejemplo, a hacer trámites bancarios y a manejar automóviles y vivían en chalecitos, todas cosas pensadas para generar pequeños burgueses. Eva no tenía en mente la lucha de clases. Quería enseñarles a los chicos más pobres lo que hacían los chicos ricos. Eso se torna intolerable, tener a un negro gozando al lado tuyo. Lo que no se bancan los blancos es tener a un negro en la carpa de al lado en Mar del Plata, tomando mate y gozando de la misma manera que vos. Tenés que manejar tu angustia: ¿qué hacen estos negros acá?, ¿por qué el Estado les paga sus vacaciones? Lo que produce el peronismo es un desorden en el corazón mismo del sistema capitalista. Si esa acción de Eva Perón estuviera en vigencia, ella se preguntaría a dónde van a gozar los blancos. Y algún asesor le diría “Punta del Este”, y ella no tendría ningún problema en hacer colonias en Punta del Este.
–Pero es otro país…
–Bueno, arreglaría con José “Pepe” Mujica, ahora que hay tan buenas relaciones. Y habría un revulsivo social enorme. Por eso es que el odio es sobre Eva Perón, no sobre el Che Guevara. Al punto de que el otro día hicieron en el PRO una remera que mezclaba al Che Guevara con Macri. Es un lindo emblema el Che Guevara para las clases pudientes, primero porque es uno de ellos. Y después plantea una revolución que está lejana, que es muy poco probable. En cambio, la revolución que plantea el peronismo es una revolución demasiado cercana, es el negro gozando en la carpa de al lado. Es mucho más jodido.
–Hace poco, la Iglesia sacó un documento en el que responsabiliza al gobierno por ese odio.
–Lo mismo que en el ’55. Los mismos argumentos. Cuando vos cuestionás el poder real, cuando salís de la pantomima de la democracia –porque la democracia es una especie de ficción: te entrego el poder porque te votaron a vos, que es un sillón, aparentemente… es una payasada–, cuando no te comés esa payasada y decís “Vamos a hablar del poder real”. Los poderes económicos, los poderes comunicacionales, que cuando te decidís a enfrentarlos te acusan de dividir a la sociedad. Si me decís que el pueblo está dividido, que hay un corte en la sociedad, entonces estamos en un problema, pero ¿es esa la división o es una división que pasa por los intereses de los poderes constituidos? No es una división en el interior del pueblo.
–¿Adónde se ubica el peronismo?
–El peronismo funciona entre medio de la izquierda y la derecha, nunca se entrega a ninguna de ellas. Desconfía de las dos. Y creo que toda acción política que da resultado desconfía de las dos posiciones, porque nadie puede ser completamente de izquierda o totalmente de derecha. Siempre hay una mediación, una necesidad de vacío que te permite el movimiento, la capacidad de maniobra. El peronismo nos constituye culturalmente, jamás lo pensaría como un partido político, para eso están los radicales, el partido justicialista.
–El peronismo es algo que atraviesa la vida cotidiana argentina pero, sin embargo, en la pintura está un poco ausente.
–La pintura está más capturada por los paradigmas de la izquierda, en la década del ’60 estuvo capturada por el Partido Comunista, entonces todo lo que tuviera que ver con el peronismo era visto como fascista, no era un lugar conveniente, los grandes pintores negaban al peronismo. De hecho, nadie pintó los bombardeos a Plaza de Mayo. Picasso pintó el Guernica y a nadie se le ocurrió hacer un Guernica nuestro. Hubo citas de todos los pintores respecto al Guernica, como Juan Carlos Castagnino o Antonio Berni, pero los bombardeos a Plaza de Mayo nadie los conectó. Habían bombardeado acá hacía pocos años pero, sin embargo, eso parecía un hecho de purificación casi. Habían matado 300 o 500 peronistas y eso parecía más un hecho de purificación que de barbarie.
–En su obra está muy presente la violencia asociada al peronismo. ¿Podría hacer una reflexión sobre la relación del peronismo con la violencia?
–Es un tema complicado, pero que está en el corazón del peronismo. El peronismo no es un movimiento de paz y su hecho fundante, si pensamos en de 17 de octubre, ese no es un reclamo pacífico, es un reclamo que implica una amenaza: vengo, meto las patas en la fuente y me vas a tener que atender, yo existo. Vienen unos negros a meterse en una ciudad de blancos… tal vez es parecido a lo piquetes. Algo estaba oculto y de repente irrumpe. El 17 de octubre intentan que los negros no pasen. El Riachuelo pasaba a ser un límite geográfico muy adecuado para evitar el traspaso a la ciudad de las masas de trabajadores, de las masas de desclasados. Y entonces, el 17 de octubre de 1945, se levantan los puentes: otro hecho simbólico. Y, sin embargo, los tipos cruzan como sea, a nado, y logran ingresar en la gran ciudad. Bueno, macanudo, se da esa situación y demás.
–En el ’55 quisieron borrar todo rastro de peronismo…
–Claro. Hay una foto muy interesante de las esculturas que estaban sobre el edificio que ahora es la Facultad de Ingeniería, donde en el ’55 iba a funcionar la Fundación Eva Perón, a punto de ser inaugurada al momento del golpe. Eran diez esculturas de mármol, de ocho metros de altura, muy grandes, muy lindas, bien talladas, que representan a “los trabajos”. La Libertadora fue una de las revoluciones más violentas que hubo en la Argentina, contando el bombardeo de la Plaza de Mayo y los fusilamientos, son cosas que nunca hizo el peronismo… ¿Y qué hizo la Libertadora tras el golpe? Tiraron las esculturas que estaban sobre el edificio de la Fundación Eva Perón, las arrojaron al vacío, como en gesto que representaba la toma de la ciudad justicialista, si se quiere. «
–Lo mismo que en el ’55. Los mismos argumentos. Cuando vos cuestionás el poder real, cuando salís de la pantomima de la democracia –porque la democracia es una especie de ficción: te entrego el poder porque te votaron a vos, que es un sillón, aparentemente… es una payasada–, cuando no te comés esa payasada y decís “Vamos a hablar del poder real”. Los poderes económicos, los poderes comunicacionales, que cuando te decidís a enfrentarlos te acusan de dividir a la sociedad. Si me decís que el pueblo está dividido, que hay un corte en la sociedad, entonces estamos en un problema, pero ¿es esa la división o es una división que pasa por los intereses de los poderes constituidos? No es una división en el interior del pueblo.
–¿Adónde se ubica el peronismo?
–El peronismo funciona entre medio de la izquierda y la derecha, nunca se entrega a ninguna de ellas. Desconfía de las dos. Y creo que toda acción política que da resultado desconfía de las dos posiciones, porque nadie puede ser completamente de izquierda o totalmente de derecha. Siempre hay una mediación, una necesidad de vacío que te permite el movimiento, la capacidad de maniobra. El peronismo nos constituye culturalmente, jamás lo pensaría como un partido político, para eso están los radicales, el partido justicialista.
–El peronismo es algo que atraviesa la vida cotidiana argentina pero, sin embargo, en la pintura está un poco ausente.
–La pintura está más capturada por los paradigmas de la izquierda, en la década del ’60 estuvo capturada por el Partido Comunista, entonces todo lo que tuviera que ver con el peronismo era visto como fascista, no era un lugar conveniente, los grandes pintores negaban al peronismo. De hecho, nadie pintó los bombardeos a Plaza de Mayo. Picasso pintó el Guernica y a nadie se le ocurrió hacer un Guernica nuestro. Hubo citas de todos los pintores respecto al Guernica, como Juan Carlos Castagnino o Antonio Berni, pero los bombardeos a Plaza de Mayo nadie los conectó. Habían bombardeado acá hacía pocos años pero, sin embargo, eso parecía un hecho de purificación casi. Habían matado 300 o 500 peronistas y eso parecía más un hecho de purificación que de barbarie.
–En su obra está muy presente la violencia asociada al peronismo. ¿Podría hacer una reflexión sobre la relación del peronismo con la violencia?
–Es un tema complicado, pero que está en el corazón del peronismo. El peronismo no es un movimiento de paz y su hecho fundante, si pensamos en de 17 de octubre, ese no es un reclamo pacífico, es un reclamo que implica una amenaza: vengo, meto las patas en la fuente y me vas a tener que atender, yo existo. Vienen unos negros a meterse en una ciudad de blancos… tal vez es parecido a lo piquetes. Algo estaba oculto y de repente irrumpe. El 17 de octubre intentan que los negros no pasen. El Riachuelo pasaba a ser un límite geográfico muy adecuado para evitar el traspaso a la ciudad de las masas de trabajadores, de las masas de desclasados. Y entonces, el 17 de octubre de 1945, se levantan los puentes: otro hecho simbólico. Y, sin embargo, los tipos cruzan como sea, a nado, y logran ingresar en la gran ciudad. Bueno, macanudo, se da esa situación y demás.
–En el ’55 quisieron borrar todo rastro de peronismo…
–Claro. Hay una foto muy interesante de las esculturas que estaban sobre el edificio que ahora es la Facultad de Ingeniería, donde en el ’55 iba a funcionar la Fundación Eva Perón, a punto de ser inaugurada al momento del golpe. Eran diez esculturas de mármol, de ocho metros de altura, muy grandes, muy lindas, bien talladas, que representan a “los trabajos”. La Libertadora fue una de las revoluciones más violentas que hubo en la Argentina, contando el bombardeo de la Plaza de Mayo y los fusilamientos, son cosas que nunca hizo el peronismo… ¿Y qué hizo la Libertadora tras el golpe? Tiraron las esculturas que estaban sobre el edificio de la Fundación Eva Perón, las arrojaron al vacío, como en gesto que representaba la toma de la ciudad justicialista, si se quiere. «
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